A muchos de los corresponsales en Medio Oriente los mueve - o creen ser excusados por - una “causa”, un “recto deber”, antes que el mandato profesional: el narcisismo moral antes que los hechos. Lo que, siguiendo a Christopher Lasch. los lleva constantemente a buscar la atención de las audiencias, la validación del pedestal de aire e ilusionismo sobre el que se erigen en “faros morales”
A cinco meses de la masacre del 7 de octubre, repasamos los titulares del diario español El País, empezando por sus primeras informaciones respecto a lo sucedido el mismo 7 de octubre y la subsiguiente guerra entre Hamás e Israel.
Podría presumirse inexperiencia profesional, o una torpeza nunca subsanada; mas, el error o la negligencia siempre inclinan la balanza del retrato que surge de las crónicas hacia un mismo lado, hacia una misma sugerencia. Lo que lleva a sospechar de la centralidad de otro elemento en la en la confección sistemática de la “pifia”
“Desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]” no es una compadreada de multitud, un envalentonamiento de anonimato, un pecado sin consecuencias mayores de juventud. Ni siquiera es un mero eslogan que se apaga en cuanto la marcha se acaba. Prescribe la “solución” al problema que les plantea la existencia de un estado judío al liderazgo palestino
Decía Jean-François Revel que es en la etapa de investigación, de recopilación de hechos, donde negarse a conocer deviene en censura. Mas El País parece preferir una versión más orwelliana: prescinde de los hechos; elige la supresión, la suplantación, la fabricación y la omisión
Nada ha cambiado. Acaso el antisemitismo ahora obtenga su atractivo convincente del aura moral (ah, el bien común, el sentido común; los sellos que convierten sus afirmaciones de pretendidas verdades finales, y comunes) en el que va envuelto: una suerte de globalización (convergencia) de las “causas justas” o, al menos, de la “causa contra el mal interseccional, intencional, internacional” que, se porfía, es Israel
Durante los diez minutos que duró la entrevista, ni una sola vez, el señor Borrell hizo mención a Hamás, ni al 7 de octubre, ni a los secuestrados, ni al lanzamiento de cohetes sobre Israel, ni a Irán... Como si no fueran actores morales, los palestinos son presentados como meros objetos, receptores del actuar solitario israelí.
Dicen que Oscar Wilde dijo que el hombre es “menos él mismo cuando habla por sí mismo, pero que, con una máscara, dirá la verdad”. Claro que, qué verdad será esa; es difícil saberlo: ¿será la de la máscara o la del rostro que pretende ocultar? Es más, ¿hay verdad posible cuando es preciso tal procedimiento de suplantación o encubrimiento para emplazarla? No parece factible que, de una censura, de un disimulo pueda surgir la veracidad
Aparte del leve lavado a la retórica delatora de la agencia oficial de la Autoridad Palestina, poco más agregaba la agencia española. En realidad, teniendo en cuenta el obvio posicionamiento de la agencia palestina, la española ampliaba la unicidad de la voz (palestina, parte interesada) presentada por la primera
En términos generales, las buenas intenciones de ahondar en el conflicto se veían eclipsadas por una serie de falsos lugares comunes, omisiones trascendentes, por el empleo de cifras sin contrastar, la repetición de mantras anti israelíes y los delirios antisemitas.